Sin embargo, no nos involucramos en planes de negocio o ROI para consideraciones financieras. Actualmente colaboramos con más de 40 países de todo el mundo y somos conscientes de las diversas implicaciones que presenta cada país, incluidos los costes laborales, los precios al por menor de los distintos cultivos y los requisitos específicos en materia de seguros que varían de una nación a otra.
En algunas regiones, un determinado cultivo puede considerarse un manjar, mientras que en otras puede servir de alimento para el ganado. Las disparidades son enormes, por lo que no resulta práctico calcular el rendimiento de la inversión.
En otras palabras, sería imposible que tomáramos todos estos elementos y nos implicáramos en el retorno de la inversión cuando, al fin y al cabo, sólo somos agricultores.
Por eso limitamos nuestra información a la logística que evoluciona en torno a la tecnología, en lugar de hacer cálculos sobre el rendimiento de la inversión (ROI). Una vez más, las variables de un país a otro son tan diferentes que evitamos tal consideración, ya que no nos sentimos capacitados para hacer tales evaluaciones para cada mercado en el que operamos.
Otra ventaja significativa de nuestra tecnología es su facilidad de uso. El funcionamiento de una Tower Farm no exige personal cualificado, a diferencia de las granjas hidropónicas convencionales que requieren agrónomos u horticultores. En una Tower Farm, personas sin experiencia previa en agricultura o jardinería o cualquier persona con el mejor interés en el corazón se convertirán en expertos.
El elevado coste de contar con agrónomos y horticultores cualificados se refleja siempre en el coste final de las frutas y verduras. No ocurre lo mismo con una Tower Farm, que, una vez más, puede ser explotada por particulares sin experiencia en agricultura/jardinería.
Independientemente de la ubicación, cuando se aplican esas métricas, siempre vamos por delante de la competencia que utiliza otras tecnologías, independientemente de la ubicación.